Ya conocéis mis ideas sobre el acoso escolar. En este caso he tratado el tema con una redacción algo diferente, porque va dirigido a profesores que se van a encontrar este problema en el aula.
Cuadernos de Pedagogía, No
466, 1 de abr. de 2016, Editar Wolters Kluwer
DESDE MI SITIO
Las campañas de sensibilización
hacia el alumnado que sufre acoso escolar han conseguido visibilizar su sufrimiento
y movilizar a la comunidad educativa. Y más aún que estas campañas, los casos
con final trágico que nos han golpeado desde los medios. Ahora tenemos
protocolos de de- tección e intervención, endurecemos las medidas contra los
agresores, planteamos actividades de tutoría sobre el tema. Todo ello era
imprescindible en unos espacios en los que los alumnos tienen que sentirse
tranquilos para poder aprender, y no podemos bajar la guardia. Pero no es
suficiente. Somos la escuela, el lugar que intenta prepararlos para la vida. Y
la vida es conflicto también. Además de todo lo avanzado para proteger, tenemos
la responsabilidad de educar la competencia social, tan clave como las otras.
Y eso incluye que diferencien lo que
es acoso y lo que no, y qué hacer en cada caso. El acoso implica intención,
repetición en el tiempo y desequilibrio claro de poder, pero hoy cualquier
conflicto entre menores se etiqueta por igual y se intenta resolver con
sanciones, que son necesarias pero in- suficientes. Los jóvenes tienen que
aprender a afrontar los desencuentros con los compañeros: ignorar unas veces,
confrontarse otras, unirse a los semejantes para no resultar vulnerables. Los
que van de duros también tienen que aprender a sentirse seguros sin necesidad
de atemorizar a otros. Y las alumnas y alumnos espectadores han de
concienciarse de que su silencio implica complicidad, no es gratuito.
Eduquemos para el conflicto, para las
luchas de poder de cualquier manada. No podemos colaborar en la indefensión de
unos alumnos que, a base de no tener más recurso que la denuncia, terminan
sintiéndose víctimas en cualquier parte. Un protocolo de acoso no debe terminar
sin más en una ex- pulsión o en un cambio de centro, necesita también medidas
educativas para mejorar las opciones de futuro de todos los niños y niñas.
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